En este pasaje podrás descubrir la obediencia de san José a las indicaciones de Dios.
Desde BelenCribs queremos ayudarte y para ello te hemos preparado varias fábulas para entretenerte y colaborar contigo en la educación de tus hijos o alumnos. Junto con las fábulas, también, te traemos ejercicios de comprensión lectora y otras actividades que puedes realizarlas con los niños.
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Domingos de san José. Cuarto domingo
San Josemaría reflexionaba sobre la fe de José y decía: «La fe de José no vacila, su obediencia es siempre estricta y rápida. Para comprender mejor esta lección que nos da el Santo Patriarca, es bueno que consideremos que su fe es activa. Porque la fe cristiana es lo más opuesto al conformismo, o a la falta de actividad. José se abandonó sin reservas en las manos de Dios, pero nunca rehusó reflexionar sobre los acontecimientos, y así pudo alcanzar del Señor ese grado de inteligencia de las obras de Dios, que es la verdadera sabiduría»
El Señor se dirige a nosotros cada día, cada momento, a través de las personas que nos rodean y de los sucesos que atravesamos.
Cuando Jesús comenzó a hablar José le dijo: vamos a recita la oración Shemá Israel, que dicen todos los judíos por lo menos dos veces al día. Jesús repite con nosotros: «Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios.
Entonces la Virgen y el niño la repitieron lentamente.
Esa era la actitud de José escuchar en «un susurro de brisa suave la voz de Dios.
A san Josemaría le gustaba decir dos frases que, en muy pocas palabras, resumen lo que fue la vida de Jesús: fue a Nazaret y les estaba sujeto y obediente hasta la muerte, y muerte de cruz»
San Juan Pablo II señalaba: esta obediencia nazarena de Jesús a María y a José es el período más largo de esa total e ininterrumpida obediencia cuyo fruto es la redención del mundo.
El vídeo del cuento
¿Qué nos enseña este cuarto domingo de san José?
El hecho de que José haya escuchado los designios divinos mientras dormía, y los haya puesto rápidamente en práctica, nos habla de su sintonía permanente con Dios; es una manifestación de que la vida contemplativa nos lleva normalmente a descubrir los planes buenos del Padre y a querer asociarnos a ellos de manera magnánima. Este modo de proceder es el fundamento de la obediencia al Señor. De hecho, la palabra «obedecer» viene justamente de esa capacidad de escucha –ob audire–, de esa capacidad de oír de manera inteligente lo que otro tiene que decirme; en este caso, es Dios quien introduce a José en la grandeza de su obra misericordiosa de salvación.
n las páginas del Antiguo Testamento encontramos varias veces que Dios habla en sueños; sucede, por ejemplo, con Adán, Jacob o Samuel. Son testimonios de personas que han querido estar en constante diálogo divino, han dejado que Dios les hablase en todas las circunstancias. Y esos sueños son también una muestra de que, a través de la auténtica obediencia, podremos captar nuevas dimensiones de la existencia, nuevos nombres, lugares y planes.
Sabemos que Dios nos habla; sabemos que está a nuestro lado y que nos convoca sin cesar para que nos unamos a su amor –con todo lo que somos– a través de situaciones muy concretas. El Señor se dirige a nosotros cada día, cada momento, a través de las personas que nos rodean y de los sucesos que atravesamos. En todo se esconde parte del plan divino que podemos personalmente descubrir y desarrollar. Una plegaria que Jesús repitió por lo menos dos veces al día, según las enseñanzas judías, era la oración Shemá Israel, que comienza así: «Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios» (Dt 6,4). Entonces y ahora, lo primero será percibir esa voz divina que nos llama. «San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos»
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