Una nueva esperanza

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La esperanza de los hombres debería estar en Dios. Decía el Papa Francisco: «cuando se habla de esperanza, muchas veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible. De hecho lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada. Pero el nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una esperanza distinta, una esperanza segura visible y comprensible porque está fundada en Dios».

La esperanza cristiana no es estática sino dinámica porque vamos caminando de la mano de Dios. Es la esperanza que el Niño Dios nos dona desde el belén cuando nos acercamos a adorarle.

En este tiempo de Adviento es un tiempo estupendo para preparar el pesebre de nuestro corazón que ha de dar calor y cobijo a María, José y al Niño que va a nacer.

Cuando estemos montando el belén o el nacimiento al depositar al Niño entre las pajas acordémonos que estamos depositando la esperanza de la humanidad, la que nos salva porque Él es nuestra fortaleza y nos hace caminar en la vida con alegría, con deseos de hacer el bien y el deseo de ser felices para toda la eternidad junto a ese Niño que se encarnó por nosotros para librarnos de nuestras tristezas.

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